Solo hay una cosa que puede hacer caer desde el mas burdo indigente al mas poderoso emperador, esa “cosa” es un concepto universal que nos persigue como humanidad desde tiempos inmemorables, Fedro una vez dijo que el amor fue uno de los primeros dioses, lo que nos lleva a pensar en el hecho de que el amor no tiene un principio en la linea del tiempo de nuestra especie, pareciera que nunca nos ha abandonado y que nunca lo hará. Es el talón de Aquiles de todos los hombres y mujeres, muchos huyen de el mientras que otros escriben poemas, canciones y hasta películas sobre el amor. No solo nos hace perder el norte sino que nos hace pensar que todos los puntos cardinales son el norte porque ¿Qué más da donde está el norte mientras esté contigo? Es una sutil droga que nos atonta y adormece, nos hace alucinar y perder la razón en cuestión de segundos. El mismo Frederick Nietzsche cayó bajo el mismo conjuro por el que también cayó Patroclo y el rey del Reino Unido. Nadie se salva de los viles y suaves tentáculos del amor y si alguien se lograra salvar no viviría plenamente. El amor es un sufrimiento necesario, se puede decir que es el más hermoso de los sufrimientos o el único sufrimiento hermoso. Gracias a este tenemos las mejores obras literarias y musicales. Nos transporta a un universo paralelo dónde la menor de las posibilidades se convierte en la más probable. Capaz de elevar a las estrellas al más frívolo de los individuos y de estrellar contra el duro concreto al más enamorado. No tiene piedad alguna y no tiene autoridad que lo controle, ataca al que quiere sin avisar y sin preguntar. Seduce con utópicas ideas amorosas e implanta en nuestras mentes promesas imposibles, pone en nuestros labios dulces palabras que harían caer a un dragón e impone ideas que en estado normal nos parecerían impensables. Tal es el sentimiento que actualmente en las religiones dominantes, el amor aparece en todas. Hemos venerado e idolatrado al amor, inconscientemente pidiéndole que no nos prive del sufrimiento. Cuando el amor se acaba es el peor de los sentimientos experimentados por el ser humano, la ausencia del amor es como si una ciudad plenamente iluminada se devolviera a la edad de piedra donde no había mas que un fogata. Nos tiemblan las manos y nuestros ojos no aguardan nada en expresar lo que sienten. Se siente como el corazón batalla por mantenerse palpitando, todo se torna gris y aburrido. Pero es aún peor cuando el amor está ahí pero no es correspondido, esto equivale a que la iluminada ciudad tenga bombillos y el cableado pero no una fuente de energía estable. Cualquier movimiento en falso hace temblar nuestros cimientos, los celos nos consumen como el fuego a una vela, somos atrapados por improbables pensamientos que nos ponen en un limbo entre vivir o no. La soledad es la única que al final siempre está para nosotros o mejor dicho, con nosotros. Saber que entre nosotros hay una distancia que se alarga conforme más nos miramos. Georg Cantor estipuló que matemáticamente hay infinitos que son mayores que otros; el infinito que separa a nuestros corazones es de -3000 al 3000. El hecho de que el amor solo existió en nuestra mente no significa que no duela, en realidad, duele más. Duele no haber experimentado que se siente en realidad ser amado, el sentimiento real no la proyección que crea el cerebro con la intención de que no nos peguemos un tiro. La felicidad sin amor es como un cielo sin estrellas, no tiene gracia mirar hacia arriba. Pero el amor no tiene que venir explícitamente de la persona que nos atrae, puede ser cualquiera de las billones que existen. Alguna de ellas nos va a escuchar y entender, tal vez no nos entienda pero nos escuche. Se puede pactar tregua con el amor como se suponía, creo yo, desde un principio con moderación y elegancia.
© Gabriel Berm