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poesia Spanish (Español)

Explicaciones

Tus besos me conmueven

Tus abrazos me entretienen

Tu mirada me guía

Tu piel hace juego junto a la mía

Tu corazón, late a todo vapor

Tus piernas brillantes

Tus manos agobiantes

El futuro claro como un susurro

La verdad 

Ni tu

Ni yo

Ni nosotros 

Nos debemos

Una explicación

© Gabriel Berm

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Spanish (Español)

Atardeceres en cuarentena (cuento corto)

4:34 Marcaba el reloj de la pared con 6 minutos de retraso.
“Te toca,” me dijo Laura con voz somnolienta.
“¿Realmente es necesario tener que barrer y trapear el piso más de una vez por semana?” Pregunté en tono persuasivo.
“Ya te dije, Santiago. Estar en cuarentena no significa que tengamos que vivir como cavernícolas,” me respondió.
Con unos fuertes ganas de decirle que los cavernícolas la tenían mejor que yo teniendo que limpiar un piso a mi parecer impoluto, pensé: ¡Cómo envidio a los cavernícolas! Luego recordé que la tenían mucho peor que yo, forzados a vivir con el mínimo de recursos y sin internet de banda ancha ni comida a domicilio.
Me levanté del sofá ya con una forma casi de molde perfecto de mi trasero y me puse a limpiar. ¿En qué momento decidí que era buena idea escoger trapear en vez de lavar los platos? Reflexioné mientras veía mi vago reflejo en los azulejos.
Laura estaba cocinando, por el olor pude intuir que era pasta… por tercera vez en esta semana. Pasta era lo único en lo que Laura y yo coincidíamos. Yo odio el atún, ella podría subsistir de este, los vegetales no son lo mío, ella es vegetariana y la carne, bueno, solo existe cuando pido una hamburguesa.
Laura estaba sonriendo, una de las cosas que he descubierto en estos tiempos casi apocalípticos es que Laura siempre sonríe cuando cocina. También he notado que arruga su pequeña nariz cuando abre un paquete de galletas con chocolate y que no tiene camisas amarillas, o bueno, no se ha puesto ninguna en 60 días y ya ha repetido todas al menos unas tres veces cada una. Su camisa más frecuente es una con la cara de David Bowie estampada en la espalda.
Una vez terminada mi labor de limpieza por el día de hoy, guardé mis herramientas de trabajo en su lugar. Como ya es costumbre, Laura inspecciona hasta el último centímetro cuadrado de nuestros 60 metros cuadrados a los que llamamos hogar.
“Vas mejorando,” me dijo con el mismo tono de impresión en el que le dice una profesora de preescolar a su pupilo cuando aprende a pegar brillantina en un pedazo de cartón.
“La práctica hace al maestro,” le respondí con una sonrisa mientras pensaba que fue buena idea no endeudarnos más por 10 metros cuadrados adicionales.
Por las tardes me siento en el balcón a ver el sol caer, a veces Laura se sienta a mi lado a leer un libro con una copa de vino.
Esta tarde me senté y pude notar algo distinto, Laura no siempre leía el libro, por momentos podía ver como su mirada se desviaba hacia mí. En una de esas le sonreí. Ella rio cuál niño que atraparon en media ejecución de una travesura. Moví mi silla más cerca a la de Laura sin levantarme de esta, le tomé la mano y le di un beso en la frente. El sol se escondió para esperar al día siguiente vernos a Laura y a mi sentados en el balcón.

© Gabriel Berm